A través de esta investigación profundizaremos en las películas de los animadores Joaquín Pérez Arroyo y de su hijo Alberto Pérez Arroyo, autores apenas conocidos y que, acompañados de su familia, transitaron un difícil camino sin conexión con iguales, sin el soporte de una mínima red industrial y abocados al «hágalo ud. mismo» y al ingenio. Dibujantes que prácticamente iniciaron la que a día de hoy es una de las disciplinas artísticas más en boga y completa y a los que el tiempo y las circunstancias sepultaron casi en el olvido.
Quizá el trato casi anecdótico del trabajo de estos artistas pudiera deberse a que Valencia fue el más pequeño de los tres focos de animación activos en esos años. En cambio, Barcelona, verdadero motor en ese periodo,1 contaba con estudios que se formaban con facilidad, entre los que se trasvasaba material humano de calidad —procedente del ámbito de los tebeos—, constituyendo un verdadero tejido industrial. Tanto fue así que de todo ese magma animado resultaron los primeros largometrajes de la historia de nuestro país. Por su parte Madrid, a pesar de contar con el precedente de la SEDA (Sociedad Española de Dibujos Animados) de preguerra, tampoco llegó a trascender más allá de unos pocos cortos, curiosamente, de stop-motion.
"La leyenda del arroz" (1943)
Al poco de terminar la guerra Pérez Arroyo y familia empezaron a trabajar desde Valencia en publicidad animada y aunque existía en la ciudad el precedente inmediato del pionero Carlos Rigalt2 no hay noticia de que coincidieran. Así, aislados, en su propia casa, con un exiguo equipo técnico y humano se convirtieron en una rara avis que, a diferencia de sus iguales barceloneses —que tenían el tebeo como trabajo principal—, se dedicó en exclusiva al ámbito animado. Bien es cierto que el grueso de ello sucedió, en gran medida, a instancias de CIFESA —la major española por definición— pero que, a pesar de su peso en la industria cinematográfica del momento, apenas aportó poco más que el encargo, tratando realmente de sumarse a una posibilidad de negocio sin apostar casi nada.
Sin embargo a pesar de la reducida dimensión del Estudio Pérez Arroyo, la participación de nuestros artistas en los programas cortos de CIFESA, así como la posterior implicación en dos de las marcas más populares del cine de juguete nacional (Jefe y Payá) hicieron que sus historias y personajes rebasaran el entorno local extendiéndose por toda España. Aventuras que disfrutaron los niños de todo el país, bien en el salón comedor o en la sala de cine, con Tom-Mix-Ito o con Quinito.
Estas fueron las circunstancias y el escenario tan poco propicios en los que se desarrolló la principal aportación valenciana al periodo más fecundo de la historia de animación española y al cine de juguete. Pero además, en la presente investigación, al heroísmo pionero se le suma lo enigmático, pues de la quincena de piezas animadas en 35 mm (entre cortometrajes, piezas para documentales y anuncios publicitarios) realizados por Joaquín Pérez Arroyo y su hijo tan solo han sobrevivido cinco títulos —y fragmentos de algún otro— y en formatos menores. Así mismo, las numerosas peliculitas (casi un centenar) para los distintos proyectores de juguete que se realizaron ex profeso se encontraban por catalogar y preservar. Por todo ello se ha decidido compilar exhaustivamente todo el material posible relativo a cada una de ellas aprovechando la oportunidad de la edición de esta web. Obras todas de mayor o menor calidad que no trascendieron pero cuyos autores merecen un recuerdo por su condición de adelantados en una técnica, en un país y en unos tiempos difíciles.