Obviamente, para poner en marcha este nuevo negocio se hubo de contar con el respaldo técnico de un tercer vértice: Joan Andreu, dueño de un laboratorio legendario en Valencia que, sin embargo, y al igual que hiciera Industrias Saludes, se vio en la obligación de adaptarse con ingenio al nuevo proceso. Afortunadamente, hemos podido contar con la inestimable memoria del Juan Andreu Espí, hijo del anterior, y que recuerda con detalle su participación en dicha cadena, complementando el triángulo formado por la juguetera fabricante del aparato, la película animada de Pérez Arroyo y el laboratorio de revelado y tiraje (entrevista 01/07/2019).
Los inicios:
«Nuca hubo ningún tipo de contrato entre ellos (Industrias Saludes, Pérez Arroyo y Laboratorios Andreu) para sacar adelante el negocio de las películas domésticas. Era algo muy de andar por casa y basado en la confianza entre las partes»
«Una de las primeras cosas que hizo mi padre fue conseguir un rollo de celuloide de 35 mm sin perforar, traído desde Madrid, para que Industrias Saludes ensayara la posibilidad de convertirlo en tres tiras de 9,5 mm con perforación central, diseñando y construyendo la maquinaria necesaria para ello.»
La grabación:
«En esa etapa Pérez Arroyo acudía al laboratorio de mi padre con la pila de acetatos que componían cada peliculita, acompañada de una serie de instrucciones que indicaban el número de veces que había que fotografiar cada dibujo (carta de rodaje). Mi padre los registraba con una cámara en 35mm y así se generaba el copión. Tras su positivado y un pequeño montaje, donde se incluían los intertítulos, los créditos y alguna transición, se obtenía la primera copia, siempre en 35mm.»
La reducción:
«Para pasar del original en 35mm y obtener la copia máster en 9,5mm necesaria para hacer el posterior tiraje se imponía un proceso de reducción. Para ello se enfrentaban dos máquinas: un proyector de 35mm cargado con el original y una cámara de 9,5mm con película virgen, que tenían conectados sus pasos mediante una cadena de bicicleta y con una óptica reductora situada entre ambas. La cadena era accionada por una manivela y a un giro de esta se corría un fotograma nuevo en cada una de las máquinas, de manera que el operador (casi siempre yo mismo), tras contar mentalmente hasta tres daba el fotograma por impresionado y volvía a dar otra vuelta a la manivela para enfrentar los siguientes. Y así hasta el final de la película. Una labor de chinos.«
«Tras la impresión reducida se positivaba y se obtenía la copia máster en 9,5mm«
El tiraje:
«A partir del máster en 9,5mm se impresionaba un rollo grande de película virgen en el que cabían varias copias (4 o 5), por ser las películas domésticas tan cortas. Luego este se desplegaba montado sobre un bastidor que iba de cubeta en cubeta para su revelado para al final ser cortado por unidades.«
«Era Saludes quién, de tanto en tanto, llamaba por teléfono al laboratorio y le decía a mi padre <Joan, necesito tantas copias de este título>, atendiendo a sus necesidades.»