PASSA

1945 será un año de cambios y obligará a un Pérez Arroyo, ya desvinculado de CIFESA y de cualquier otra major, a la búsqueda de inversores para sus proyectos animados. Con la citada Memoria de producción bajo el brazo —redactada a finales de 1944—, intentará lograr la financiación necesaria para nuevas películas confiando en el rédito que se pudiera obtener de posibles exportaciones a América del Sur y de la obtención de licencias de doblaje de films extranjeros, y no de la venta convencional. Es decir, Pérez Arroyo ya era consciente de que el tiempo del cortometraje en 35 mm para la gran pantalla en España había terminado, debido, entre otros, a la obligatoriedad del No-Do. Es por ello que diversifica su esfuerzo y se interesa por otros formatos y aspectos del cine, en concreto por el de los proyectores de juguete. Para ello acudirá a uno de los centros jugueteros por excelencia del país: Ibi (Alicante), donde desarrollará dos sencillos aparatos, el primero de los cuales, el Monocinema, fabricará Payá Hermanos S.A, buque insignia del sector.

A este difícil momento de inflexión se le añadirá un luctuoso suceso que cambiará también su vida personal, cuando el 21 de diciembre de 1945 su mujer, de 52 años,  fallece en un fatal accidente un día de vendaval sepultada por una tapia cerca de su casa. Sin embargo, Pérez Arroyo logrará superar el difícil trance, tanto laboral como personal, y tras la experiencia juguetera por tierras alicantinas renacerá en Valencia formando en 1946 la sociedad limitada PASSA (J. Pérez Arroyo, D. Arquímedes Saludes Simón, Joaquín Saludes Simón y José Alvarado Ortiz). Se trata de un acuerdo con los empresarios metalúrgicos de Industrias Saludes, dedicados a la fabricación de señalética y balizamiento de carreteras1, y vecinos del barrio de Extramuros a los que Pérez Arroyo persuade para, con la maquinaria de la que ya disponen, fabricar los primeros proyectores de juguete de España de celuloide2. Esta asociación arrancará con un primer co-diseño de proyector (llamado Mago) entre los hermanos Saludes y Pérez Arroyo y será la semilla que convertirá a Industrias Saludes en el rey de la proyección infantil de cine en España, inaugurando, además, una sección paralela en su fábrica dedicada al juguete.

Resultado de esa aventura empresarial y de manera subsidiaria se reforzará y ampliará otra relación, la ya iniciada con Juan Andreu Moragas —cámara de Pérez Arroyo en tiempos de Publicidad Levante— a cuyos laboratorios acudirá PASSA para adquirir material virgen, positivar y hacer el tiraje de sus películas: los míticos Laboratorios Andreu. Siendo el uso de estos servicios solo el comienzo de una fructífera y productiva simbiosis por la que los tres clanes se beneficiarán mutuamente. Así, por ejemplo, los Andreu (pioneros del cine valenciano) llegarán a ofertar producciones propias en los catálogos de películas de los futuros proyectores Saludes, —tanto antiguas, como La coronación de la virgen de los desamparados (Juan Andreu Moragas, 1926), como de nueva factura: La hora del baño (c.1954) o Tarzán, la nena mona (c.1954), ambas de un jovencísimo Juan Andreu Espí (hijo del anterior). Mientras, Arquímedes Saludes reconstruirá toda la maquinaria de Laboratorios Andreu que éstos habían fabricado artesanalmente, como los ingenios necesarios para dividir la película de 35 mm en subformatos o para realizar la perforación central del formato de 9,5 mm. Y todo ello girando entorno a las películas animadas y co-diseños de proyectores de Pérez Arroyo. En definitiva, tres vértices de un triángulo verdaderamente inquieto, creativo y emprendedor en el que siempre corría el humor a cargo de Pérez Arroyo, a decir de todos ellos3.

Quinito sangre torera

Sim embargo, la primera de las acciones que llevó a cabo la reciente sociedad fue la producción del último cortometraje de Quinito que Pérez Arroyo tenía en proyecto y que la finalización de relaciones con CIFESA había dejado en el tintero. Se trataba de Quinito sangre torera 4 y, si consideramos los datos presentados a Censura, fue la más ambiciosa de sus películas. Para empezar, el presupuesto doblaba al habitual quedándose en 62.000 pts, y otro tanto sucedía con los salarios mensuales, mientras que el tiempo estimado de realización pasaba a ser de cinco meses. En cuanto al cuadro técnico, este seguía siendo el mismo que en cortometrajes anteriores, a excepción del maestro Martínez Lluna que fue sustituido por el maestro José Burguete Guillém, miembro de la Orquesta Sinfónica de Valencia y que compuso para la película el pasodoble homónimo. También nos llama la atención el añadido de la figura de un locutor, que desempeñará el propio Pérez Arroyo.

De la película se llegaron a realizar once copias, lo que la sitúa como la obra del clan más replicada. Sin embargo el único ejemplar que se conserva es una cinta en 16mm depositada en la Filmoteca de Catalunya, presumiblemente proveniente de las posteriores copias para los circuitos en 16mm populares en los años cincuenta (colegios, sindicatos, cineclubs..), pero extrañamente muda y con intertítulos.  Es decir, con las mismas características que el repicado que se hizo a 9,5 mm para los proyectores de juguete Jefe con una longitud de 100 m allá por 1956. Con todo la historia sería esta:

"Quinito es un niño andaluz con una gran afición por los toros y sueña llegar a poseer la gloria y fortuna de los grandes toreros. Así decide marchar a Sevilla en busca de una oportunidad equipado tan solo con un hato y su guitarra como polizón en un tren. Durante el viaje, amenizado musicalmente por el protagonista, atravesaremos hermosos paisajes y hasta la locomotora silbará y bailará su canción. En el difícil paso de Sierra Morena el maquinista se verá obligado a ayudar a la locomotora con una dosis de ¡energía atómica! tras lo cual llegarán veloces a la estación de Sevilla. Durante su estancia en la ciudad Quinito se verá obligado a desempeñar toda clase de oficios para subsistir mientras llega su ocasión, pero siempre con alegría y también con algo de hambre. Así, será limpiabotas o bailaor de flamenco en un tablao, donde conoce al tío Sentencias, una especie de crítico taurino que le augura el peor de los fracasos. Mientras, pasa las noches durmiendo al raso en un portal y sueña como "hace la luna" en el campo preparando su oportunidad. Finalmente consigue figurar en los carteles y el gran día llega. Quinito, que cuenta con una cuadrilla muy lamentable, habrá de enfrentarse con un morlaco que ¡hasta se afila los cuernos el mismo! Tras los distintos tercios y hacer un guiño al “teléfono de Arruza” consigue dar muerte al astado siendo ovacionado y sacado a hombros por la puerta grande, para disgusto del tío Sentencias, que acabará golpeándose contra una farola."

A lo largo de la película, y como viene siendo habitual en el cine de Pérez Arroyo, hay varios fandanguillos y canciones con letra propia. Por ejemplo, cuando Quinito ejerce de limpiabotas canta: «Ni Manolete ni Arruza podrán competir conmigo, mientras por mis venas corra la sangre de Lagartijo»5«. Tal es la implicación de Pérez Arroyo y su afición a los toros que, a modo de cameo, se le puede reconocer entre los porteadores que sacan a Quinito a hombros de la plaza, junto a su amigo el maestro Burguete6.

Tras el visionado se podría decir que hay dos partes bien diferenciadas cualitativamente en la película. Así en el viaje en tren hasta Sevilla, podemos disfrutar de fondos elaborados, fondos multiplano (con hasta cuatro niveles de profundidad) y de otros recursos costosos, como una cámara voladora (que sube desde las vías hasta el techo del vagón de Quinito). Mientras que la propia corrida deja bastante que desear, siendo únicamente destacable un ejercicio de metalenguaje, muy a lo Tex Avery, que sucede cuando el astado, en su salida de toriles, rasga la pantalla, para ser inmediatamente remendada por una mano femenina.

Una vez terminada, la película inició una azarosa aventura que comienza cuando el 9 de Abril de 1947 la Junta de Ordenación Cinematográfica resuelve dar la clasificación de 3ª categoría a Quinito en Sangre torera (según Orden Ministerial de Dic 1946) y, en consecuencia, ningún permiso de doblaje —que era donde realmente estaba el negocio—. Por ello, PASSA, decide recurrir a la Subcomisión Reguladora de la Cinematografía a través de un representante legal, que defenderá la complejidad de las películas de dibujos frente a las de imagen real, así como el particular contexto que rodea a su producción. Finalmente el recurso causa efecto y el 28 de abril de 1947 es ascendida, a regañadientes, a 2ª categoría lo que equivale a dos permisos de rodaje. Así, los cuatro censores revisores reescriben: «2ª sin calidad», «Con máxima benevolencia 2ª Dibujos», «Con máxima benevolencia, 2ª», «Dibujos, española. Deficiente aunque no deja de tener cierta gracia».

Sin embargo, a pesar de haber conseguido la 2ª categoría, se trata de un éxito agridulce porque precisamente en 1947 se reduce la concesión de licencias de doblaje y la norma les afecta. A partir de ahora las películas de 2ª solo podrán optar a dos licencias, en vez de a entre dos y cuatro, mientras que las de 1ª habían pasado de cinco a cuatro licencias. Pero lo peor estaba por llegar, ya que en 1948 estas licencias se reducían aún más y las películas de 2ª categoría, (que siendo realistas era la única categoría a la que podía optar un corto de animación) pasaban a una sola licencia7.

Así las cosas, no cabe duda de que el litigio y el raquítico panorama de una de las escasas vías que permitía rentar la producción corta, aunque de manera indirecta, convirtieran a Quinito Sangre torera en la primera y última producción de 35 mm de PASSA.

Paradójicamente, la despedida de la gran pantalla coincidió con cierto reconocimiento y el 29 de octubre de 1947 Sangre torera (sic.) es galardonada con un segundo premio en la categoría de cortometrajes por el Sindicato Nacional del Espectáculo8. Galardón que no suponía más que un espaldarazo tardío, una última victoria cuando todo ya estaba perdido. En diciembre de ese mismo año la película pasó a ser distribuida por EDICI, S.A.

Por último, apuntar que, felizmente y a propósito de esta investigación, en casa de Lola Pérez Fayos, nieta de Pérez Arroyo e hija de Alberto, se han identificado los dos únicos materiales gráficos originales conservados de toda la trayectoria animada de la familia. Se trata de dos escenarios nocturnos que corresponden a esta última película, uno al portal donde Quinito duerme al raso en una calle de Sevilla y otro al campo donde Quinito sueña que «hace la luna». Pero lo más interesante es que están firmados por el propio Pérez Arroyo, lo que confirmaría la sospecha de su participación como fondista, entre las otras funciones declaradas en los cuadros técnicos presentados en Censura,  labor muy en sintonía con su verdadera pasión: la pintura.

"Quinito sangre torera" (Joaquín Pérez Arroyo, 1947) Versión repicada a 16 mm

Conservación:
A completar

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Cameo de el maestro Burguete y Joaquín Pérez Arroyo llevando a hombros a Quinito.
Cameo de el maestro Burguete y Joaquín Pérez Arroyo llevando a hombros a Quinito.
Fondos de "Quinito en Sangre torera" realizados por Joaquín Pérez Arroyo, gouache (1947)

Una carta desde Burbank

La extenuante experiencia con Quinito sangre torera minó la moral de los participantes en la misma y certificó la muerte del formato de 35mm para la familia. Pero Alberto, a la sazón el que más creía en la animación de calidad, aún disparó un último y desesperado cartucho. Sin arredrarse y siguiendo el impulso desacomplejado y audaz propio de la familia se dirigió ni más ni menos que a Walt Disney. Así, en septiembre de 1947, en una carta, cuyo contenido  solo podemos deducir a través de la amable contestación del Vicepresidente de la compañía Gunter R. Lessing, Alberto le hace una serie de confusas propuestas. En primer lugar parece ofrecer sus servicios como animador o algún tipo de colaboración ante el desolador panorama animado en España, y en una segunda parte trata de que la compañía del ratón distribuya las películas de Pérez Arroyo. Pero como leemos en la contestación del Sr. Gunter, este no entiende cual es la pretensión concreta de Alberto, ni tampoco el asunto de la distribución, pues en el contrato de Disney con la RKO no caben terceros. Sin embargo, en tono paternalista, le anima a quedarse en España y le sugiere modos de trabajo basados en la calidad por encima de todo para triunfar como lo hiciera en su día el propio Walt. En ese sentido, la frase «Hay más ingresos derivados de una buena película que de siete pobres» nos invita a pensar que Alberto pudiera haber enviado una copia de las siete películas de Quinito acompañando su carta.

A pasar del nulo resultado el episodio de la carta a Disney no hace sino reforzar el letmotiv de la familia, siempre en constante adapatación y a la búsqueda de recursos para poder seguir viviendo del hecho artístico, sin importar distancias ni estamentos.

Sobre aéreo remitido desde las oficinas de Disney (1947)
  1. Su producción principal eran las señales de tráfico, placas de matrícula, etc. pero según que circunstancias podían fabricar otro tipo de productos como quinqués de petróleo o molinos domésticos, muy demandados durante la posguerra.
  2. Si bien desde 1943 el dibujante y animador barcelonés Salvador Mestres ya creaba títulos para el Cine Micro de Industrias Poch, en puridad, ni el soporte fílmico (de celofán) ni la primaria apariencia de sus escasos títulos pueden equipararse al proyecto empresarial de PASSA
  3. En todas las entrevistas a protagonistas y descendientes del trío se han repetido comentarios en ese sentido.
  4. En sus orígenes Pérez Arroyo la tituló Quinito en sangre torera, pero tras su paso por Censura fue corregida y perdió la preposición.
  5. Casualmente CIFESA producirá poco más tarde la película de imagen real Sangre torera (Joaquín Pardavé, 1950) que además protagonizará Arruza.
  6. Según cuenta su nieta, se preciaba de su contacto con Mario Cabré.
  7.  Una de las razones para justificar la reducción de permisos de doblaje se puede atribuir a que, a pesar de la intención primera del Régimen, cuanto mayor era la producción autóctona mayor era la «invasión» de películas extranjeras en las pantallas españolas.
  8.  Precedente de lo que hoy serían los Premios Goya de la Academia de cine y que en ese caso estaba dotado con 10.000 pts.